QUE NUNCA SE REPITA
Por Jonathan Nicolás Jugo
La ausencia del estado provocó la muerte de casi 200 pibxs, en principio. Muchos tuvieron la suerte, o desgracia, de haber sobrevivido. Si, digo desgracia porque hoy quienes llevan esa mochila de haber salvado su vida, vivieron o viven con culpa, tal culpa que a muchos llevo al suicidio «¿por que él y no yo?». A veces algunas cosas nos vencen. ¿Quién les va a devolver a sus hijxs, hermanxs, amigxs? o algún otro ser querido que perdieron esa noche.
Una «fiesta» (o por lo menos debía de serlo) que dejó relatos de los propios sobrevivientes de esa trágica noche. Chicxs pasando sobre otros para tratar de salir, unxs desmayadxs, otros intentando levantarse para poder llegar a una de las salidas de emergencia, para finalmente, más temprano que tarde después de tanto esfuerzo, se encuentren con que algunas de las «salidas de emergencias» son sólo simbólicas, no existen. Algunxs inocentes yacen en el piso sin vida. Unxs se ubican en los baños, asustadxs, pensando o esperando ingenuamente que todo pase. Por todo el local se escuchan gritos, personas sollozando, gimiendo, producto de ese infierno. Entre algunas cosas que se les puede entender son un «¿Donde estas?» seguido del nombre de un pibe o una piba. «¿No funcionan los matafuegos?!» seguido de puteadas al aire, al menos es lo que intento visualizar en mi mente de lo que estaba pasando. Por algún sector se logra escuchar un -«dale boludo ¡tenemos que salir!» Entre el fuego, gases tóxicos, miedo (porque si, somos humanos), deduzco que algunxs se entregaron a la desesperanza. Los que están más lúcidos e inhalaron menos monóxido de carbono, quienes sin haber sido consumidos totalmente por el miedo, se solidarizan y ayudan a otros a llegar a la salida. La escena que se presenta afuera es mucho más visible, pero no la mejor. La gente sale descalza, con el torso descubierto, con un nudo en la garganta, ojos rojos y con una mirada que probablemente nunca tuvieron en sus rostros, ¿será miedo? ¿bronca? ¿tristeza? ¿o más bien una mezcla de sensaciones reflejos de la experiencia vivida que aún no termina?
Muchos parten a sus casa, quieren llegar lo antes posible. Quieren estar con sus familias, abrazarlos eternamente, rogándoles que lo perdonen, como si hubieran cometido un crimen, cuando solo fueron a un recital. ¿Aún no hay una ley?
A otros les dirán locos, pero armados de coraje, sacan fuerzas de donde no hay y vuelven a ese infierno, quieren ayudar, quieren encontrar a sus compañxs de recitales, o simplemente, socorrer a algún desconocidx que ruega por su vida.
Más pibxs salen. Algunxs llevan encima de sus hombros a otrxs, también se puede ver a un chico sacando a un desconocido, arrastrándolo. Patricio Fontanet e integrantes de la banda, como cualquier otrx pibx, levantan a otrxs del suelo, ayudan a socorrer a la multitud, lo que esté al alcance de cualquier ser humano. La imagen es repetitiva, pasa y pasa, como si quien estuviera presenciando ese infierno estuviera atrapado en un bucle infinito.
Llegan policías y una que otra ambulancia, más tarde llegan más.
¿Quién era el dueño del boliche?
¿Quién permitió que el predio siga abierto y en funcionamiento?
¿Por qué no funcionaba una de las salidas de emergencia?
¿Matafuegos?
¿La capacidad de personas que se supone que debían ingresar era de 1000 aprox. y habían 4000 o 6000 personas? ¿Quién los dejó entrar?
¿Será que el estado no estaba preparado para un desastre así?
¿Los familiares y víctimas deben ser consumidos por el odio?
Hay que concientizarse para que algo así no vuelva a pasar.
Este texto busca eso. Con relatos de lo que imagino que debió haber sucedido, CON MUCHO RESPETO.
No compremos lo que algunos medios nos venden. Pensemos por nosotrxs mismxs, y no lo que los demás quieren.
El 30 de diciembre se cumplieron 18 años de esa madrugada trágica.
Que nunca, que nunca se repita.
QUE NO SE QUEDE MI PUEBLO DORMIDO…